Sonó el teléfono celular. Seis y cincuenta y siete minutos de la tarde. Las sombras de la noche comenzaban a morir en la ciudad. Leonardo miró la pantalla del aparato para identificar de quién se trataba. Frunció el ceño. Lo pensó por unos instantes que parecieron una eternidad y oprimió la tecla con la que se rechazaba el contacto.
“Normal—pesará usted–. Una llamada que alguien no quiere recibir”. Pero, ¡Cuidado! Aún no conoce el contexto, y cuando lo sepa en detalle, sin duda comprenderá la importancia de aquella decisión.
Leonardo es ingeniero industrial. Vive junto con su esposa Rocío y dos pequeños hijos de tres y siete años, respectivamente.
Tuvo un encuentro personal con el Señor Jesucristo hace tres meses, fruto de las oraciones de su cónyuge. Le gustaba ir a la iglesia cada domingo. Los mensajes del pastor le parecían alentadores; sin embargo, las tentaciones propiciadas a través de sus amigos, le llevaban a experimentar incertidumbre.
–El viernes tenemos una invitación a un asado en casa de Ricardo—le dijo su compañero de oficina–. La idea no es quedarnos hasta muy tarde. Bastará con bebernos unas cuantas cervezas. Nada más. Lucía, la chica nueva de contabilidad, ¿la recuerdas?, confirmó que irá. Además, ella preguntó si irías. Vamos, anímate.—
Dudó por unos segundos.
–Mira, sabes que asisto a la iglesia—argumentó.
–Lo se, lo se, Leonardo. Pero mira, James es cristiano y no se pierde una fiesta—le refutó el joven.
La conversación quedó en el aire. Por esa razón, aquella llamada en su teléfono móvil era tan trascendente. Ir o no ir a la reunión marcaba la diferencia.
–Esta noche quiero disfrutar tu compañía y la de los niños—le dijo a Rocío. Ella no entendió bien el asunto, así que se encogió de hombros con un gesto picaresco, y lo abrazó enamorada.
¿Queremos familias de éxito?
Construir familias de éxito es posible, no en nuestras fuerzas sino en las de Dios. Hace poco, mientras predicábamos en una zona marginal, al oriente de mi amada Santiago de Cali, me dijo un integrante del equipo de evangelismo: “Todo ha cambiado desde que le dimos el primer lugar al Señor Jesucristo en nuestra familia. Yo mismo me sorprendo con el cambio que hemos venido experimentando”.
Sí, es posible edificar familias que se levanten en victoria, en las que primen buenas relaciones entre los componentes de la pareja, y en el esquema relacional padres-hijos. ¡Déle el primer lugar a Dios, el lugar que le corresponde, y vera maravillosos resultados en su vida y la de los componentes de su círculo familiar! Todo, absolutamente todo cambiará.
Un poco más de mil doscientos años antes de Cristo, Josué, el patriarca que encabezó la conquista de Canaán para el pueblo de Israel compartió con el liderazgo unos principios que son fundamentales y que cobran particular vigencia hoy, si queremos hogares de éxito: “Por lo tanto, ahora ustedes entréguense alSeñor y sírvanle fielmente. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraron al otro lado del río Éufrates y en Egipto, y sirvan sólo al Señor. Pero si a ustedes les parece mal servir alSeñor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra”(Josué 24:14, 15, Nueva Versión Internacional)
El pasaje encierra varios principios que le invito a considerar, en el propósito que le asiste de construir una familia de éxito.
1. Entregarse al Señor
Solo cuando el vidrio es sometido a altas temperaturas y expuesto a un proceso de moldeado, puede transformarse en hermosas figuras. De un elemento sencillo, se diseñan verdaderas obras de arte.
Igual ocurre con nuestras familias. Si queremos que se produzcan cambios y se derribe todo muro de disensión, es necesario someternos al obrar del Señor. Por todo esto Josué enfatizó en su instrucción: “…entréguense al Señor…” Respetar a Dios es someternos y en una actitud de verdadera entrega, permitirle que obre en nuestro ser.
2. Servir al Señor fielmente
Una familia que se entrega a Dios, es una familia que le sirve, y en consecuencia, recibe enormes bendiciones.
Josué animó a los israelitas y a nosotros hoy, al decir: “…sírvanle fielmente”. Le sugiero que lea de nuevo el texto. Si usted se identifica conmigo en el anhelo de edificar, con ayuda de Dios, una familia de éxito, encontrará un principio esencial: la sinceridad y lealtad a Dios, toca el corazón de Dios. Él se glorifica en aquellos hogares que le buscan.
Una forma aconsejable de encaminarnos en esa dirección es restableciendo el altar familiar. Meditar en un versículo. Orar juntos por asuntos comunes. Incluso, compartir una buena película.
Josué también les exhortó a deshacerse de todo lo que significa idolatría: “Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraron…”. En otras palabras, es quitar de delante de nosotros todo aquello que desplaza a Dios y le roba la honra y gloria que le corresponden.
“Con el uso del Internet y el DVD, mis hijos mayores estaban siendo dominados por la pornografía. Hablamos del asunto. Ahora, tras reconocer su error, ellos mismos han pedido que ejerzamos control sobre la utilización de estos instrumentos”, me explicó Andrés, un hermano en la fe que al igual que usted y que yo, desea que haya éxito al interior de su hogar, venciendo dificultades y dando pasos sólidos hacia la construcción de valores y principios.
3. No permitir que le contamine la sociedad
Un chico a quien conocí en una zona marginal al oriente de la ciudad, me decía: “Cuando sea grande quisiera ser como Santiago. Él es muy bravo. Todos lo respetan. Además, usa armas y anda en una motocicleta poderosa.”· El joven al que se refería con tanta admiración era un peligroso pandillero y delincuente de la zona.
Es evidente que el medio que nos rodea ejerce una poderosa influencia en nuestra existencia. Gran parte de lo que pensamos y hacemos se fundamenta en los antivalores prevalentes en la sociedad circundante. Y los más vulnerables son nuestros hijos. Por ese motivo, si queremos edificar familias de éxito, es esencial que cambiemos ese esquema, poniendo freno a los factores negativos que nos influencian.
Josué fue claro al advertirle a los israelitas, y por supuesto, se aplica a nosotros hoy: “Pero si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes a quien van a servir: a los dioses a los cuales sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan”(Josué 24:15 a, Nueva Versión Internacional)
El cine, la música, la televisión, y en general los medios de comunicación, nos afectan negativamente con toda suerte de mensajes agresivos, sensuales, pornográficos y promotores del individualismo. Nos golpea a todos por igual:: a los componentes de la pareja y a nuestros hijos. La decisión de permitirlo o no, es nuestra y nada más que nuestra. ¡Dentro de sus posibilidades, ponga límites sanos a la influencia que reciben usted y su familia a la información que reciben a diario!
4. Decídase por el Señor
Cada quien es dueño de sus propias decisiones. Usted que conoce de Dios, determínese a serle fiel y oriente sus esfuerzos para que la misma actitud se replique en los componentes de su hogar. Es el cimiento para edificar eficazmente familias de éxito. Josué, el gran conquistador, tenía muy claro el valor de las determinaciones cuando declaró: “Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor”(Josué 24:15, Nueva Versión Internacional)
Nuestra sociedad se encuentra abocada a un progresivo deterioro por la carencia de principios y valores. No obstante el curso de los acontecimientos puede cambiar si le damos a Dios el primer lugar en nuestros hogares. Y la decisión parte de usted, que es creyente.
A partir de su determinación, que encuentra un valioso refuerzo en la oración, encontrará que todas las cosas comienzan a cambiar. ¡Decídase por el Señor! Hoy es el día para comenzar una nueva vida.
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